Si hay un ámbito en el que la gestión y utilización de datos podrían ocasionar una disrupción, ese es el de la salud.
La utilización, a nivel de Unión Europea, de referencias relativas a la salud de las personas, a su entorno y al funcionamiento de los dispositivos y aparatos médicos podría tener consecuencias muy beneficiosas, tanto para el diagnóstico y tratamiento de enfermedades como para la prevención y promoción de la salud, el fortalecimiento de los sectores de dispositivos y equipamientos médicos y farmacéuticos, o la optimización de los sistemas y procesos sanitarios. Todo ello derivaría en beneficios sociales (salud personalizada y al alcance de toda la sociedad), económicos (reducción de costes de los sistemas sanitarios, social y laboral, competitividad de sectores industriales y autonomía tecnológica europea) y medioambientales (economía circular en aparatos médicos y computación distribuida).
El mayor potencial transformador radica en los datos personales, cuya gestión, a su vez, también presenta las mayores dificultades
Hoy en día Europa está avanzando en el establecimiento de reglamentos y el desarrollo de pilotos, y aunque quedan muchos pasos por dar, existen ya algunos países más avanzados en la utilización de estos datos, como son Estonia o Finlandia, y también desarrollos tecnológicos que permiten visualizar las oportunidades que ofrece una gestión digital de la salud. Por ejemplo: en muchos países, los elevados costes de los tratamientos y la limitada cobertura de los seguros son los principales obstáculos para una adecuada asistencia. O, en otro orden de cosas, los planes de salud suelen tener poca cobertura para los tratamientos de fertilidad, lo que hace que la fecundación in vitro (FIV) sea prohibitiva para muchos pacientes. La empresa digital de salud Univfy está trabajando para reducir esos costes de dos maneras: desarrollando una plataforma basada en la Inteligencia Artificial (IA), que predice la probabilidad de éxito en cada caso concreto, y por otro lado asociándose con clínicas para ofrecer reembolsos si los esfuerzos de FIV fracasan.
El mayor potencial transformador radica en los datos personales (historial médico, sintomatología, medicación, resultados de tratamientos y test, imágenes radiológicas, etc.), cuya gestión, a su vez, también presenta las mayores dificultades. Por eso, solo una parte de los datos sanitarios disponibles se utiliza con fines analíticos, y no en todas las organizaciones, y aún menos en todos los países.
El uso limitado de los datos estriba, fundamentalmente, en su sensibilidad y, por ende, en las restricciones relacionadas con la privacidad y su uso ético, así como en la fragmentación en función de países, sistemas sanitarios y disciplinas médicas. La Comisión Europea ha dado los primeros pasos para salvar estos escollos con la Estrategia Europea de Datos, las Directrices éticas para una IA fiable y un Reglamento para crear el Espacio Europeo de Datos Sanitarios.
Aunque ya existen soluciones digitales como la telesalud, los registros sanitarios, las recetas en línea o los sistemas de información de salud, aún quedan por desarrollar tecnologías eficaces, sólidas y escalables que aseguren la privacidad y la gestión descentralizada de los datos. Los principales retos se centran en la facilidad de uso (aceptación del usuario) y la capacitación para una adopción generalizada, así como en asegurar la disponibilidad de infraestructuras adecuadas para mantener la calidad de los servicios. Otros desafíos incluyen la interoperabilidad de los sistemas de información sanitaria, la falta de protocolos en los trámites telemáticos, la actualización de las estructuras administrativas y organizativas de las instituciones de salud existentes, los aspectos legales o la disponibilidad de financiación para el diseño, implementación y buen funcionamiento de los servicios de e-Salud.
Los principales retos se centran en la facilidad de uso y la capacitación para una adopción generalizada, así como en asegurar la disponibilidad de infraestructuras adecuadas para mantener la calidad de los servicios
En un futuro posible, en el que todos estos avances -tecnológicos o de otra índole- coincidiesen, se podría producir una importante disrupción en el ámbito de la salud. Se lograría un uso óptimo y escalable de los datos sin infringir la privacidad, favoreciendo grandes avances en el uso de la inteligencia artificial para el diagnóstico, tratamiento y descubrimiento de fármacos, así como para generar confianza sobre estos usos.
Esta situación futura no estaría exenta de riesgos, por lo que habría que estar alerta. Por un lado, un insuficiente impulso público podría acarrear una pérdida de oportunidades y la incapacidad de impulsar las inversiones desde el sector privado. Por otro lado, una estructura y diseño poco sólidos para la aplicación de la tecnología de IA podría llevar aparejada la mala calidad y deficiente gobernanza de los datos, e incluso un uso poco ético de éstos.
Por ello, tanto la industria como las administraciones públicas deberían trabajar para adelantarse a este posible escenario. Por un lado, desarrollando productos, servicios y modelos de negocio que permitan monetizar los datos, reducir los costes y mejorar la atención a las personas. Por otro lado, alineando los marcos legislativos correspondientes (políticas y mecanismos de control).
En todos los casos, la cooperación a lo largo de la cadena de valor, así como dentro de la UE y a escala mundial, será un requisito indispensable.