Dicho de forma sencilla, el “net zero” o «cero neto» se refiere a recortar las emisiones de gases de efecto invernadero hasta dejarlas lo más cerca posible de emisiones nulas, con algunas emisiones residuales que sean reabsorbidas desde la atmósfera mediante, por ejemplo, el océano y los bosques.
La transición a un mundo con cero emisiones es una necesidad para luchar contra el cambio climático y supone uno de los mayores retos a los que se ha enfrentado la Humanidad. Nos exige, ni más ni menos, que se produzca una completa transformación del modo de producir, consumir y trasladarnos de un lugar a otro[1].
Desde esta perspectiva de transformación global, entre el 26 y el 28 de mayo se desarrollaron en Madrid las conferencias MAD BLUE 2022, en las que se reunieron personalidades de distintos ámbitos (empresa, ciudad, educación, financiación, regulación) para abordar los retos y oportunidades de la transición hacia el ‘net zero’ y responder a la llamada de alerta del planeta.
La COVID-19 la reciente invasión de Rusia en Ucrania no han hecho más que acelerar la necesidad de esta transición, debido principalmente a la crisis energética que se ha generado, caracterizada por un importante incremento de los precios de la energía, y una crisis de seguridad y de suministro que ha puesto a Europa en jaque. La UE quiere lograr la mayor autonomía energética posible a partir de energías renovables, ya que además entiende que esta transición es una oportunidad de generar ventajas competitivas para su tejido empresarial, y para lograrlo se ha autoimpuesto objetivos ambiciosos, entre otras cosas, a nivel de emisiones.
El desafío de obtener una energía segura, limpia y más económica está más presente que nunca tanto a nivel social como a nivel empresarial. Y es que la sostenibilidad ya no es solo una opción para las empresas.
Las principales claves que se han compartido en MAD BLUE sobre cómo avanzar para alcanzar dicho objetivo se resumen así: transición justa socialmente, desarrollo de renovables, descarbonización e innovación.
El rol del sector privado es clave en esta transición. Las empresas que entiendan los riesgos y oportunidades que se abren y, en consecuencia, las aborden de forma consciente y activa se posicionarán mejor ante el futuro. Un su reciente informe ‘Navigating America’s net-zero frontier: A guide for business leaders’[2], McKinsey Sustainability examina algunas de las megatendencias que los líderes empresariales deberían anticipar y cómo deberían definir la aproximación de sus compañías a esta transición. Las soluciones climáticas que podrían ofrecer un enorme potencial tanto de reducción de emisiones como de crecimiento económico hasta 2025 (energía renovable, electrificación, eficiencia operativa, combustibles limpios y captura de carbono) generarán cambios en la economía y los sistemas industriales, incluyendo el empleo, el abandono de activos y la reasignación de capital. Para mitigar los riesgos y hacer realidad las perspectivas de crecimiento a medida que avanza la transición, las empresas tendrán anticiparse a estos acontecimientos, pensar en sus implicaciones y planificar estrategias para darles respuesta:
- Aceleración del despliegue de tecnologías e infraestructuras climáticas. La mayoría de las tecnologías son conocidas pero su despliegue requerirá nuevas infraestructuras: estaciones de carga y cadenas de suministro de baterías para los vehículos eléctricos; suministro de minerales raros y líneas de transmisión para las energías renovables; y electrolizadores para fabricar hidrógeno y tuberías para transportarlo. Esta expansión podría permitir a las empresas invertir en el desarrollo de nuevos proyectos y en la descarbonización de los activos existentes.
- Incremento de las inversiones. El despliegue de soluciones climáticas a escala requeriría un gran gasto de capital de 27 billones de dólares hasta 2050 (900.000 millones de dólares al año, de media), según estimaciones en el escenario de descarbonización de 1,5 °C.
- Descarbonización de las cadenas de valor liderada por las empresas. Muchos de estos objetivos se aplican a las emisiones no sólo de sus propias operaciones, sino también de sus proveedores y del uso de sus productos.
En España existe gran cantidad de capital (Venture Capital, fondos de inversión extranjeros, fondos de capital semilla, etc.), analizando las oportunidades de inversión en proyectos renovables.
Por lo que los próximos años serán una época fantástica de generación de empleo y grandes inversiones asociadas a la transición energética. Además, por lo general, los inversores exigen cada vez más la medición del impacto (directo e indirecto) de las actividades de las compañías en la sostenibilidad, por lo que este vector es y será de suma importancia.
El Consejo Empresarial Español para el Desarrollo Sostenible ha publicado recientemente la hoja de ruta ‘Visión 2050’ que constituye una guía estratégica, a la vez que ambiciosa, que brinda a los líderes de los gobiernos y las empresas así como a la sociedad civil una visión general integral y un entendimiento común sobre cómo y hacia dónde dirigir sus acciones para contribuir a una reconstrucción sostenible, poniendo el acento en las personas y en el planeta.
9 rutas de transformación hacia la Visión 2050
Para que este desarrollo se produzca de forma ágil y multiplicando dichas oportunidades, se requiere de un contexto que lo favorezca. Es ahí donde cobra relevancia una planificación ordenada que ofrezca seguridad para la inversión eliminando trabas y promoviendo una legislación no exclusivamente punitiva. La empresa, además, deberá tratar de ir por delante de la ley, por lo que la colaboración a lo largo de toda la cadena de suministro (desde los proveedores hasta los clientes finales) será clave para avanzar en todos los retos que se planteen. Lo será también la formación para desarrollar la nueva tecnología necesaria y, al mismo tiempo, mejorar la aplicación de la ya tenemos para favorecer la innovación.
Hay, sin embargo, una señal que deberemos vigilar ya que puede tener un impacto contrario al perseguido: múltiples tensiones están empujando a tratar de reducir el coste de la electricidad (al menos a niveles anteriores a la invasión de Ucrania) para rebajar su efecto en la economía de organizaciones y familias. Este hecho podía llevar a limitar los incentivos al desarrollo de las tecnologías renovables.
Debemos mantener el equilibrio entre el objetivo de ‘net zero’, aprovechar las oportunidades de desarrollo que se derivan de ello, gestionar las tensiones actuales y lograr una transición justa socialmente.