2 de septiembre, 2021

¿Es posible transformar un país cuando está superando una situación de grave crisis?

Mi contestación es positiva y la fundamento en el análisis de lo que fue el “caso vasco”. Recordemos que en los años 80 y 90 del pasado siglo Euskadi sufrió una durísima crisis económica. A todo ello se añadieron enormes tensiones políticas y sociales, sin olvidar las tremendas consecuencias de la actividad terrorista. Conclusión: un país destruido y sin futuro.

 Hoy, sin embargo, somos una región europea avanzada y una de las zonas más prósperas del mundo.

El gran éxito de esta gran transformación económica y social revela algo que debemos celebrar: Euskadi cuenta con singulares capacidades (institucionales, empresariales, tecnológicas, financieras, sociales, culturales, etc.).

Pero también debemos asumir que todavía hay mucho que mejorar y un largo camino por recorrer, porque siendo buenos no somos, desde luego, los mejores. Y porque Euskadi presenta claras limitaciones políticas, territoriales, económicas y sociales. Y, además, no alcanza su potencial por una excesiva fragmentación.

 A ello se añade también un grave riesgo a superar: al habernos transformado en un País muy próspero en el contexto mundial, tenemos que afrontar un desafío sociológico: no conformarnos con lo que tenemos.

¿Queremos aceptar que estamos ya en otro escenario que condiciona nuestro futuro y que nos obliga a reaccionar, con fuerza?

 Esta es una pregunta clave. Porque la contestación es incierta. En el plano económico, para Euskadi no existe hoy un riesgo abrupto de supervivencia como el de hace 40 años, sino otro difuso, de conformismo. Es igual al que tienen la mayoría de las sociedades opulentas del mundo que se van convirtiendo, paso a paso, en un “paraíso de ancianos”.

 Conseguir construir el mejor futuro, con el mismo grado de éxito con que hemos sabido superar el doloroso pasado, plantea, para una sociedad rica y desarrollada como la vasca, un “reto de percepción” (¿Vemos el desafío?) y una “exigencia de cambio de referencias” (¿Las aceptamos?) porque debemos migrar de lo simple y convencional a lo complejo y diferencial. Y, además, escaparnos de la trampa del “per capita” que oculta nuestro grave riesgo demográfico.

 Para dejarlo claro, aquí y ahora el imparable y veloz cambio mundial, la entrada en la era digital y las consecuencias del cambio climático nos exigen REPENSAR EUSKADI.

 Para ello, debemos plantearnos, ante todo, cuál es nuestra máxima aspiración como País.

En segundo lugar, necesitamos articular un gran compromiso económico y social, un potente Pacto, para avanzar en un proyecto de transformación global. ¿Quién tiene que asumirlo? Y, sobre todo, ¿quién quiere hacerlo?

 Hay que centrarse, finalmente, en la estrategia: ¿cuál es la más adecuada a seguir por Euskadi para conquistar su futuro?

La respuesta a esas tres cuestiones debería permitir lanzar un ambicioso Plan de Transformación Global, con actuaciones regladas de corto y medio plazo y siempre enfocadas hacia la consecución de nuestra “máxima aspiración” en el largo plazo.

Necesitamos lograr un gran éxito en la transformación de nuestro País, de la economía y de la sociedad vasca para:

 Construir un país mejor, lleno de oportunidades y dispuesto a afrontar nuevos retos.

  • Garantizar el futuro a todas y a todos los vascos.
  • Atraer / retener / generar talento e inversiones.
  • Ser solidarios con los que no tienen tanto como nosotros.

 ¿Podemos?: Sí. ¿Queremos? Mi respuesta es positiva. ¿La tuya?

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Pedro Luis
Uriarte
Presidente
Innobasque (2007 – 2009)

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