6 de mayo, 2021

Desde que regresé a España, hace ya muchos años, he estado involucrado en varios proyectos con compañías farmacéuticas y pequeñas empresas de biotecnología, compañías que han de cumplir ciertas premisas para que tengan éxito. La primera es que estén impulsadas por nuevas ideas o nuevos conceptos, porque entonces las personas que forman esas empresas se unen para hacer algo verdaderamente nuevo.

A lo largo de los años, una parte importante de los investigadores principales de bioGUNE y biomaGUNE han estado implicados en actividades de investigación de alto valor añadido. Los ingresos por proyectos de investigación con empresas, licencias y regalías han aumentado constantemente y suponen ya alrededor del 30 por ciento de nuestro presupuesto, la mayor parte del cual proviene del Gobierno Vasco a través del Departamento de Desarrollo Económico, Sostenibilidad y Medio Ambiente. Sin ese apoyo sería imposible cumplir con la misión de llevar a cabo nuevas investigaciones en áreas de alto valor estratégico. 

En mi opinión, el principal reto al que se enfrenta una empresa creada a partir de una nueva idea o un nuevo concepto es identificar el problema concreto que quiere solucionar aplicando ese conocimiento, y una vez seleccionado el problema hacerse la pregunta adecuada sobre cómo resolverlo. Porque si la pregunta no es el problema, la respuesta no será la solución. En términos empresariales, se trata de determinar cuál es el producto concreto que se quiere poner en el mercado y quién lo va a comprar. Pongamos, por ejemplo, el caso del desarrollo de vacunas para la pandemia de la COVID-19. El problema a comienzos de 2020 era cómo conseguir desarrollar inmunidad frente a la infección del virus SARS-CoV-2; y la pregunta que se hicieron algunas empresas farmacéuticas fue si la nueva tecnología de ARN de cadena sencilla y otras más conocidas, como la de añadir el gen (DNA de cadena doble) de la proteína seleccionada del coronavirus a otro virus llamado adenovirus, serían suficientemente buenas para inducir inmunidad y conseguir tener el virus bajo control. Si la pregunta hubiese sido ¿cuándo deben finalizar los ensayos clínicos de las vacunas de la COVID-19 antes de autorizar su uso? no habría tenido respuesta. No se puede contestar porque el problema, las preguntas y las soluciones no son estáticas, como ha puesto de manifiesto el embrollo que se ha formado en el Espacio Económico Europeo a cuenta de los 86 casos de tromboembolia observados en 25 millones de personas inmunizadas con la vacuna de Oxford-AstraZeneca. La finalidad de una vacuna es que sea suficientemente segura y eficaz para prevenir o controlar una epidemia, pero el significado de ambos términos varía dependiendo del momento histórico, del tipo de virus, del nivel de infección en la población, del diseño del ensayo clínico, de la existencia o no de tratamientos alternativos e incluso de los criterios, en un momento dado, de las agencias reguladoras que tienen que autorizarla, y por lo tanto nuestros problemas y nuestras soluciones cambian. Es decir, en ocasiones nos debemos contentar con soluciones provisionales, en este caso, con que las vacunas sean suficientemente buenas para controlar la pandemia de la COVID-19.

En el último año, cuando parecía que lo peor de la crisis económica que estalló en 2008 estaba quedando atrás, una nueva crisis, la pandemia de la COVID-19, ha puesto de manifiesto cuánto ha subestimado nuestra sociedad la importancia de la investigación en biomedicina y sobrestimado las finanzas, y lo vulnerables que ha hecho esta actitud a nuestras economías ante las pandemias. Si el centro de la crisis de 2008 se situó en los distritos financieros de los países, el colapso de los sistemas sanitarios son el epicentro de la crisis de la COVID-19. La crisis de la COVID-19 ofrece una oportunidad para repensar el modelo económico y financiero actual y apoyarse decididamente en el conocimiento, la investigación y los científicos.  En este contexto, adquiere importancia hacer una apuesta decidida por la medicina personalizada o de precisión.

La medicina de precisión puede definirse como un enfoque para el tratamiento de la enfermedad que tiene en cuenta la variabilidad en los genes, el medio ambiente y el estilo de vida de cada persona. Este enfoque permitiría predecir con mayor precisión en que grupo de personas un cierto tratamiento y una estrategia de prevención específica funcionarían mejor. La implementación efectiva de la medicina de precisión está supeditada a la obtención y estudio de amplias bases de datos experimentales que permitan la caracterización de la población. En este contexto, el proyecto AKRIBEA que iniciamos hace tres o cuatro años en colaboración con la empresa Osarten (https://www.osarten.com/ataria/home), de la Corporación Mondragón, está llevando a cabo la recogida, procesamiento, almacenamiento y conservación de una gran colección de muestras de material biológico de al menos 10 mil personas de la población general del País Vasco para acelerar la investigación en nuevas áreas de alto valor estratégico y su aplicabilidad. En los últimos años los biobancos y biorepositorios se han convertido en infraestructuras indispensables en la investigación biomédica de gran valor. El proyecto tiene como objetivo que los resultados sean accesibles para los centros de investigación y empresas acreditadas del País Vasco. El proyecto AKRIBEA no se centra en ningún conjunto particular de enfermedades o estados de salud. La inclusión de personas con distintas enfermedades permitirá interrogar a la base de datos con preguntas concretas relacionadas con el diseño de estudios sistemáticos específicamente enfocados a una enfermedad concreta, o con la evaluación de los efectos de la medicación, profundizando en la importancia de los aspectos genómicos, ambientales, sociales y económicos. AKRIBEA es un esfuerzo colectivo en el que, además de CIC bioGUNE y Osarten, participan FAES Farma (https://faesfarma.com/), Bruker (https://www.bruker.com), el Ayuntamiento de Getxo, Bioef (https://www.bioef.org/es/), la Universidad de Mondragón, y varios centros de la alianza BRTA (https://www.brta.eus). 

Construir y mantener la capacidad de innovación de una empresa o de un centro de investigación no es fácil ni existe un método que garantice el éxito. Hay infinidad de libros y cursos que tratan sobre este tema. La innovación está estrechamente unida a la I +D tanto en el mundo empresarial como en los sectores académicos públicos y privados, hasta el punto de que en España se han unido los tres términos para formar el trinomio I+D+i. En biomaGUNE y bioGUNE nuestra estrategia en innovación se basa en el concepto del iceberg: somos partidarios de que la investigación y el conocimiento que la sustenta, aunque no sea fácilmente visible, esa parte, como en el iceberg, cuanto mayor sea, más solidez le da a lo que se ve.

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Contacto

José M.
Mato
Director general de CIC bioGUNE y CIC biomaGUNE
Basque Research and Technology Alliance (BRTA)

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