Parece que este 2023 se presenta apasionante en lo que a ciencia, tecnología e innovación se refiere. Tras varios años en los que hemos asistido a la irrupción de algunas tecnologías innovadoras transversales, como la inteligencia artificial o las tecnologías cuánticas, todo apunta a que el avance en su adopción será el principal foco de interés durante los próximos meses, de cara a aprovechar su capacidad transformadora global.
Por otra parte, otras tecnologías más maduras continuarán evolucionando. La realidad virtual, aumentada o mixta, posibilitará trabajar con gemelos digitales enriquecidos e inmersivos y permitirá mejoras en sostenibilidad y eficiencia, además de poder experimentar con nuevas ideas en entornos digitales seguros. La gestión de los activos en la nube, tras un periodo en el que lo principal era sacar partido de las capacidades que ponían a nuestra disposición los distintos sabores de las plataformas cloud, tenderá a ordenarse y a evitar tanto que su coste operacional supere los beneficios que indudablemente ofrece, como que el incremento del riesgo de seguridad que supone mover o albergar nuestra información entre distintas plataformas resulte inasumible.
En cuanto a los sistemas corporativos conocidos habitualmente como mainframes, en mi opinión, han tenido mejores momentos. Entiendo que cada vez disponen de más interesantes funcionalidades y no pongo en duda su admirable robustez, pero su coste es excesivamente elevado y testarudamente recurrente. No olvidemos, además, que las organizaciones que han sabido sustituir sus sistemas corporativos centralizados por arquitecturas abiertas basadas de software de código abierto han conseguido desplazar presupuesto desde funciones operativas tradicionales a actividades estratégicas como la innovación, es decir, de gastar en el presente a invertir en el futuro.
Cambiando de perspectiva, más allá del avance esperable en relación con las herramientas tecnológicas facilitadoras – quantum, AI, blockchain, maninframe-, comparto que resulta necesario hacer hincapié en otros conceptos como a la flexibilidad. Probablemente debamos replantearnos como gestionamos el talento y la capacidad de esfuerzo disponible en nuestras organizaciones. Hemos de ser conscientes de que la descentralización y la confianza se presentan como dos activos fundamentales en un mundo global en el que el valor principal lo aporta un intangible fácilmente replicable: el conocimiento. Modificar nuestra cultura -nuestros hábitos- y abrirnos a nuevos modos y maneras organizacionales incrementará nuestras capacidades. Se trata de confiar y de aprovechar la inteligencia colectiva, independientemente de dónde se encuentre, en definitiva, de ofrecer a nuestras organizaciones la potencia que suponen las multitudes confiables, diversas e inteligentes.
Como conclusión, podríamos decir que tanto la tecnología como la manera en la que afrontamos la actividad empresarial siguen avanzando. Y esto nos podría parecer lo habitual. Pero asumiendo que el futuro está por venir y es per se desconocido, y aceptando que la historia de la humanidad es una historia de evolución y cambio constante, en mi opinión, hay momentos en los que el desplazamiento de la frontera de la ciencia, junto con los avances técnicos o tecnológicos, posibilitan alteraciones sociales de mayor calado e importancia.
Volviendo al principio, tengo la impresión de que el uso extensivo de la inteligencia artificial junto con la adopción temprana de las tecnologías cuánticas, van a permitir una transformación tan impactante como la que mayor afección se haya producido con anterioridad. Si no más. Y que la velocidad a la que se va a llevar a cabo esa transformación va a ser también especialmente alta.
La cuestión es que la frontera de la ciencia continúa desplazándose y, como es habitual, cuando se avanza en la sociedad del conocimiento se avanza igualmente en la sociedad del riesgo. Hemos de ser conscientes de que en el contexto de avance científico tecnológico acelerado en el que nos encontramos y dada la profundidad y amplitud de los cambios predecibles, debemos intentar prever y anticiparnos a los posibles riesgos que puedan generarse. En esa línea, mejorar la alfabetización científico-tecnológica de la sociedad y contar con una ciudadanía científicamente culta, con criterio, será una inmejorable garantía para lograr la evolución sostenible del género humano y del medio natural en el que vive y convive. Al fin y al cabo, ciencia y sociedad de afectan mutuamente.
Desde mi punto de vista, es el momento de incorporar personas con conocimientos de ética, de filosofía, en los equipos de proyecto. Por lo menos en aquellos susceptibles de conllevar sesgos de cualquier tipo o de representar un riesgo elevado.