Recientemente el parlamento noruego ha votado a favor de autorizar a las empresas a explorar (no explotar, por el momento) sus aguas territoriales para la explotación minera en aguas profundas, convirtiéndose así en el primer país en hacerlo.
Aunque sus defensores sostienen que es esencial para la transición energética, los ecologistas temen daños irreversibles para la biodiversidad. Las críticas a esta decisión destacan que las evaluaciones medioambientales no son adecuadas y que existen posibles infracciones legales. Desde la ciencia se advierte además de repercusiones ecológicas de largo alcance, como efectos en la vida marina y las poblaciones de peces y tensiones geopolíticas por su impacto en las relaciones internacionales.
Sea como fuere, lo que resulta evidente es que la decisión de Noruega genera preocupación y expectación a nivel mundial, y puede marcar un hito relevante en torno al avance de este tipo de actuaciones.