Puede que resulte raro, pero el término innovación fue desarrollado por un economista, Shumpeter, no por un científico o un tecnólogo. Lo que le preocupaba a Shumpeter era el efecto de las trayectorias tecnológicas en la economía y sus efectos, paradigmáticos, en empresas, usos y costumbres y finalmente en los ciclos económicos.


 

Mphil en Innovation Management

El proceso de I+D (todavía sin la i) fue implantado por General Electric en 1902 para hacer que los descubrimientos científicos se aplicaran al mercado. Hacía falta una actividad que convirtiera conocimiento en productos y servicios.  Estas precisiones, seguramente innecesarias, conviene recordarlas para huir de la fascinación tecnológica que pretende dar la exclusiva y  poner el acento de la innovación en el descubrimiento científico y tecnológico. Pareciera que existe una secuencia de importancia que va de lo científico o tecnológico al mercado, y llegar al mercado es algo lógico a lo que se llega sin esfuerzo siempre que tengamos un «descubrimiento».

Sin embargo la realidad es que
quien domina el progreso es precisamente quien lleva los conocimientos al
mercado, no el descubridor. Al menos es lo que señala Aman Bhidé en su último
libro «The Venturesome Economy». Esta afirmación nos sirve para rescatar la
innovación y su gestión al lugar que le corresponde. Por mucho que se quieran
establecer rangos jerárquicos, importancias y pesos específicos, la innovación
es una cadena en tres niveles, e ignorar uno de los eslabones, es
cortocircuitarla. Sin más.

La innovación es como una tijera,
debe crear valor, y para ello necesita que las dos hojas de la tijera estén afiladas.
Una de las hojas es la tecnología, la otra es el mercado, mientras tanto la
gestión de la innovación es el movimiento que hacemos con las dos hojas para
cortar la tela. La gestión de la innovación es la pericia con la que se
aprovechan los conocimientos tecnológicos y de mercado. Es una competencia muy
específica que decanta finalmente el éxito en la innovación y que distingue a
las empresas innovadoras.

La tecnología, lo que hace es
romper las reglas, y lo importante es esta ruptura para conseguir entrar en
nuevos negocios. La ciencia y la tecnología  progresan produciendo disrupciones,
discontinuidades y aceleraciones, que son las oportunidades para jugar como si
la partida empezara de nuevo.

En la gestión de la innovación no
podemos olvidarnos de que la otra hoja de la tijera es el mercado, es el
comprador, el distribuidor, el fabricante, la ingeniería, el usuario. Un
mercado es una red de valor que finaliza en el comprador – usuario que
finalmente es quién debe financiar la innovación.  En muchas ocasiones, hoy con cierta
frecuencia, el desarrollo tecnológico va mucho más lejos que la creación de
mercados, o el mercado se construye más lentamente que la tecnología, y se
produce el fracaso. No porque la tecnología no sea apropiada si no porque no es
oportuna y no se han creado las redes de valor que explotarán los nuevos
conocimientos.

El coche eléctrico es una disrupción,
pero todavía no tiene afilada la hoja del mercado. Clayton Christensen ya
señaló hace mucho tiempo que el coche
eléctrico
no es un problema tecnológico es un problema de gestión de
innovación, no es una tecnología pendiente de mejora, sino un concepto, el
transporte sostenible, que debe buscar un mercado. Para empezar podemos pensar
que en vez de coche eléctrico, debemos hablar de vehículo eléctrico, y no
pensar en sustituir sino en complementar.

Por esta razón no es bueno dejar la
innovación solo a los tecnólogos y científicos, que muchas veces se enamoran de
su propio zepelín. A la innovación le hacen falta analistas de mercado y
gestores de innovación. Por esta razón nos hemos esforzado para hacer que
ISPIM, la asociación profesional de gestores de innovación traiga su
conferencia anual a Bilbao, de la mano de INNOBASQUE, para revisar en ponencias
y conferencias todas las dinámicas que acompañan al fenómeno complejo de la
innovación, un fenómeno que concierne a consultores, empresarios,
invesitigadores y tecnológos, un fenómeno que trasciende el hecho tecnológico
para convertirse en la clave de la gestión del siglo XXI.

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