Investigadores de la Universidad del País Vasco (UPV/EHU) y del Instituto de Investigación Sanitaria de Bizkaia (Biobizkaia), ambas entidades socias de la Agencia Vasca de Innovación, Innobasque, han realizado un estudio que sugiere que una prueba oftalmológica puede ayudar a diagnosticar enfermedades neurodegenerativas. En concreto, han analizado la relación entre el grosor de la retina y la evolución de la enfermedad de Párkinson.
Aunque los responsables de la investigación reconocen que las conclusiones aún no permiten el salto al ámbito clínico, sí han comprobado que uno de los métodos utilizados habitualmente para realizar pruebas oftalmológicas (la tomografía de coherencia óptica, que utiliza ondas de luz para obtener imágenes en corte transversal de las capas de células de la retina) se puede usar también para comprobar si hay neurodegeneración en esta membrana, lo que puede interpretarse como un síntoma de deterioro cognitivo. Para la realización del estudio midieron periódicamente el grosor de la capa más interna de la retina tanto en enfermos de párkinson como en personas que no parecían la dolencia.
Tras seis años de seguimiento, la comparación de los resultados permite comprobar que “en las fases iniciales de la enfermedad es en la retina donde se detecta la mayor neurodegeneración. La pérdida de grosor en ésta y el deterioro cognitivo no se producen simultáneamente; los cambios que se producen inicialmente en la retina son más evidentes y luego, con el paso de los años, se observa cómo los pacientes empeoran clínicamente tanto a nivel cognitivo como a nivel motor”, explica Ane Murueta-Goyena, investigadora del departamento de Neurociencias de la UPV/EHU.
Las conclusiones del estudio, confirmadas en un hospital de Reino Unido, pueden mejorar tanto la detección temprana como el seguimiento de la evolución de los pacientes, dos aspectos muy complicados en las enfermedades neurodegenerativas.