8 de octubre, 2020
La pandemia originada por el COVID nos ha colocado en nuestro sitio, haciendo más evidentes problemas y situaciones existentes y conocidas desde hace mucho tiempo y aflorando también otras no tan familiares para la mayoría, pero que ya estaban ahí.
Sin embargo, los efectos y consecuencias no han sido iguales para todos los países, y me acuerdo ahora de una frase de un buen amigo que, en referencia a las personas, dice: “Todo le puede pasar a todo el mundo, pero por qué casi siempre les pasa a los mismos”. Esta frase vale igual para los países, pero, con la excusa de falta de espacio en este escrito, no la analizaré y así quedará patente sólo la sospecha de mi incapacidad para hacerlo.
Es curioso que estos virus y éste en particular, mutando constantemente, es decir “innovando” a su manera, ha dado con una fórmula magistral que ha conseguido poner en jaque a la humanidad, que se ha visto obligada a reaccionar en muchos aspectos, entre otros en la búsqueda de la vacuna, para lo que se han puesto cantidades incontables de recursos que suponen pulverizar el tiempo de desarrollo de ésta. Este ejemplo me sirve para resaltar algo tan obvio como que en general, el éxito en la innovación es directamente proporcional a los recursos que se destinan. Sin olvidar la calidad, es importante la cantidad y se aprecia que los países y empresas que más recursos ponen más y mejor innovan y mejor les va.
Otro factor clave para una innovación útil es que centremos la misma en algo que le merezca la pena pagar por ello al cliente o a la sociedad, bien porque satisface una necesidad todavía no cubierta o porque mejora una experiencia existente. Lo mismo se puede decir cuando la innovación es en proceso o en modelo de negocio. Es una pena que tampoco pueda calcular el valor de una buena vacuna contra este innovador virus pero seguro que se aproxima a infinito.
Pero lo anterior no es suficiente si no se contempla la capacidad de competir y de hacer con esa innovación un negocio sostenible, con recursos propios o colaborando con otros, generando empleo y riqueza para la sociedad. ¿Qué pasa si otro laboratorio da antes con una vacuna o es mejor, tiene un coste menor, una capacidad de producción y distribución mayores y mejores, etc.? En este caso tampoco puedo calcular cuándo, cuánto y cómo, pero el desastre económico es seguro.
Con todo ello, lo que quiero decir es que tenemos muy a menudo un enfoque demasiado ingenieril de la innovación y pensamos que resuelto el problema técnico u organizacional, ya está y no es así. Tener una idea y resolverla técnicamente es muy meritorio pero no suficiente. Hace falta visualizar cómo vamos a competir, por qué el cliente nos va a comprar a nosotros, cómo y por qué nuestro negocio va a ser sostenible en un mundo en el que hay mucha gente pensando y con recursos, y tener una idea original y exclusiva es casi imposible, y todo ello, en un entorno en el que los parámetros económicos que marcan la competitividad mutan como lo hace el virus.
Dicho lo cual y pese a estar convencido de que más innovación y más eficiente es la vacuna que necesitamos, me quedo con la sensación de haber escrito algo que lo sabe todo el mundo. Sin embargo, me vienen a la cabeza muchos ejemplos de que no siempre actuamos así y que además, por ser humanos y quizás por no ser un virus, volvemos a caer en lo mismo.