24 de junio, 2020
Agradecida a Innobasque por darme la oportunidad de compartir una reflexión acerca de la innovación en tiempos tan complejos y desconocidos como los que hemos atravesado, resulta tentador detenerse a revisar el nivel de respuesta que hemos sido, y estamos siendo, capaces de dar desde los ámbitos institucional, empresarial y social a esta pandemia sin precedentes. Disponemos de un rápido análisis sobre cuál ha sido nuestra conducta y es evidente que las respuestas más efectivas y resolutivas han llegado de la mano de numerosas tendencias ligadas a la innovación.
Nos hemos visto obligados a ofrecer respuestas y soluciones nuevas, ad hoc a las necesidades del momento, con cierto cariz de improvisación dado que no existían manuales de actuación ni casos de referencia con éxito contrastado, y en toda aquella vorágine en la que el virus machacaba con fuerza, una vez más el tejido empresarial y el sistema tecnológico han estado a la altura buscando soluciones acordes a una emergencia sanitaria. Desde la implementación de protocolos de protección y seguridad en entornos de producción industrial, hasta el posicionamiento de Euskadi como una futura fábrica de vacuna anti covid, pasando por la diversificación en la producción destinada a la emergencia. Hemos visto casos de libro de auténtico intraemprendimiento, la constitución de una comunidad de makers con un espíritu colaborativo digno de elogio y ha aflorado de manera rotunda un compromiso social por parte de la industria cuya eficacia ha sido posible, precisamente gracias al valorar añadido de la innovación.
El confinamiento social y el proceso de desescalada han traído nuevas formas de gestión empresarial en las que las relaciones de los recursos humanos se han visto condicionadas por un teletrabajo obligado. Este trabajo realizado desde los hogares no ha sido quizá el más ejemplar ya que ha supuesto dificultades en muchas familias, hemos vivido ocasiones con un trabajo intenso que, dadas las circunstancias, llegaba de manera desbordante, y en muchas ocasiones sin límite de horarios, pero sabemos que ha marcado un antes y un después. La incorporación y generalización, sin ir más lejos, de herramientas telemáticas en los espacios académicos y profesionales nos abre nuevas oportunidades para avanzar de forma más rápida en el proceso de la digitalización. Toca procesar la experiencia vivida en este sentido, y articular un sistema de trabajo basado en las nuevas tecnologías encaminado a la mejora productiva, sí, pero también a una mejora en la calidad de vida de las personas,
Esta pandemia, que nos ha sacudido a todos y todas, servirá probablemente de aceleradora de los tres retos transformadores a los que aspira Euskadi: la digitalización, el cambio climático y la transición energética, y la formación y capacitación de las personas.
La crisis sanitaria ha provocado una crisis económica de enorme envergadura. El impacto ha sido de tal magnitud que estamos necesitando dedicar tiempo, recursos y mucho esfuerzo a curar las heridas todavía abiertas, conscientes de que el camino que veníamos haciendo en la era pre-covid no lo podemos abandonar. Nos hará falta, probablemente, innovar también para desplegar una gestión que combine lo imprescindible del presente y lo relevante del futuro.