29 de octubre, 2020
Los productos, proyectos y servicios punteros son, sin ninguna duda, fruto del talento de nuestros profesionales. De esta manera, incorporar, desarrollar y retener el talento es clave para sustentar nuestro éxito presente y futuro. Definiría el talento como una mezcla de aptitudes, actitudes y valores. Son personas con talento aquellas que tienen capacidad intelectual y de trabajo en equipo, conocimiento de la especialidad técnica, pero también generosidad, altura de miras, espíritu deportivo, tesón, capacidad de esfuerzo y gusto por el trabajo bien hecho.
Pero el talento no puede ser un producto que otros desarrollan y que las empresas consumimos. Si miramos a nuestro ideal de sociedad, queremos crear y mantener una sociedad del bienestar, solidaria, integradora, que evite las desigualdades desgarradoras, por tanto, que no tenga una orientación low cost sino que se oriente hacia los servicios y productos de valor añadido, que puedan fundamentar económicamente nuestros ideales sociales, y que provean a nuestras personas de empleos razonablemente estables y dignos.
En ese contexto, el desarrollo del talento es un deber que nos involucra a todos. Empieza en la familia, pues en los primeros años de vida de nuestros hijos es donde se fundamentan valores principales como el respeto, la solidaridad o el trabajo. A la par, la labor docente es, en los años de la educación primaria y secundaria, clave para acercar a los niños y niñas a las disciplinas científico – técnicas e insuflarles pasión por las mismas.
Cuando finaliza la educación secundaria, los chicos y las chicas tienen que tomar una de las grandes decisiones de su vida: qué quieren estudiar, qué es lo que van a ser. Y en esta fase tenemos un gran margen de mejora. Atendiendo a las estadísticas, el 54 % del alumnado universitario es femenino, pero en las carreras científico – técnicas esta proporción baja al 26 %. Deberíamos preguntarnos qué tenemos que hacer para que, en un momento de déficit de profesionales, más chicas cursen carreras científico – técnicas, donde no solo tienen aptitudes, sino que pueden desarrollar prósperas y satisfactorias vidas laborales, en empleos de calidad, bien remunerados y que pueden colmar su vocación con proyectos ilusionantes.
Llegados a la universidad, ésta debería poner el foco en el alumno y constituirse como centro de excelencia para el desarrollo del talento que nuestra sociedad, con sus ideales, necesita. Así, debemos exigir que nuestras universidades estén dentro de las 200 mejores universidades del mundo, entre las 50 mejores europeas, e incluso entre las 20 mejores europeas de alguna de sus áreas de especialidad. Lo mismo pasa con los centros de investigación, que son muchas veces receptores de recién licenciados – en algunos casos, doctorados – y que juegan un importante rol en el desarrollo y el trasvase de ese talento y en la transferencia del conocimiento a las empresas. También a estos centros tenemos que exigirles excelencia y lograr que figuren en el ranking de los mejores de Europa. Finalmente, está el papel que juegan las empresas, que tienen una obligación para con el talento. No vale escudarse en que la universidad no prepara a los alumnos para el mercado laboral, pues les da conocimientos puramente teóricos. El mundo cambia, tenemos hoy por aprender lo que dentro de diez años nos dará trabajo. Así que demos a nuestros estudiantes una educación profunda en ciencias básicas, no tratemos de sacar de la universidad especialistas en técnicas puntuales. La especialización nos la dará ese mundo cambiante, a través de la empresa, en el desempeño diario de un trabajo que tendrá que adaptarse a las oportunidades a ritmo vertiginoso. Y las personas bien formadas en ciencias básicas podrán afrontar con éxito esos cambios que sin duda les exigirá su futuro laboral.
Las empresas nos debemos comprometer también con el desarrollo del talento, permitiendo que haya docentes entre nuestros profesionales, incorporando a personas en prácticas, para ofrecerles oportunidades interesantes de desempeño laboral, y sumando doctorandos en la plantilla.
En resumen, el talento, su generación, su desarrollo y su orientación a los fines que nos hemos dado como sociedad es un trabajo en equipo, un compromiso de todos los actores que formamos la sociedad. Nuestras empresas llegarán hasta donde lleguen nuestras personas. Pero esto también es aplicable al País Vasco. Euskadi llegará hasta donde lleguen sus personas, ni un paso más ni un paso menos. Es pues un reto compartido, un reto de país.