Reportaje del 27 de mayo de 2021
Las transiciones verde y digital confluyen en la política industrial, un instrumento clave para mantener la soberanía económica de la UE en un momento en el que las potencias occidentales pierden peso frente a algunos de los países emergentes
En las últimas semanas hemos dedicado estos reportajes a dos de las prioridades socioeconómicas de la UE para los próximos años y a analizar cómo, en lo práctico, éstas se plasman en objetivos tan ambiciosos como alcanzar la neutralidad climática y liderar la era digital. Es la llamada doble transición (verde y digital), va a afectar a todos los aspectos de nuestra sociedad y actividad y hoy vamos a ver cómo Europa otorga a la industria un papel fundamental en su desarrollo.
Este protagonismo va mucho más allá de la relevancia económica de la industria, de su capacidad para generar empleo o del peso en las exportaciones comunitarias; también reconoce que históricamente la prosperidad que ha proporcionado ha sido fundamental en la implantación del estado de bienestar y, por tanto, ha contribuido a la consolidación de una forma de vida y unos valores que hoy nos definen como europeos. Ha demostrado, por tanto, una capacidad de liderazgo en el cambio que ahora se le pide que retome para encabezar una transformación sin precedentes que hará de la Unión una referencia en el avance hacia los Objetivos de Desarrollo Sostenible de la ONU.
Por eso, las metas climáticas y digitales planteadas por la Comisión confluyen en la estrategia industrial europea, un instrumento clave para mantener la soberanía económica de la UE y estimular la competitividad de sus empresas en un momento en el que las potencias occidentales pierden relevancia frente a algunos de los países emergentes, y que originalmente fue presentada el 10 de marzo de 2020. Decimos ‘originalmente’ porque sólo dos días después de aquella puesta de largo, la OMS declaraba la pandemia y la Covid-19 irrumpía oficialmente en los planes de la UE. Ante este brusco cambio de las circunstancias, la Comisión se vio obligada, por un lado, a compaginar el despegue de su transformación industrial con la salida de una nueva crisis económica y, por otro, a incluir en su planteamiento inicial un tercer objetivo: como el resto de actividades económicas desarrolladas en Europa, además de ser más verde y digital, nuestra industria tendrá que ser más resiliente.
De este modo, la actualización de la estrategia industrial presentada el 5 de mayo, aborda algunas de las lecciones aprendidas en lo más duro de la pandemia al tiempo que reafirma principios generales como la aceleración de la adaptación de la industria a los cambios estructurales; el fomento de un entorno favorable a la creación y desarrollo de empresas, especialmente de pymes; la promoción de la cooperación entre compañías de toda la UE; y, dado que tanto la doble transición como la resiliencia requerirán una gran inversión en nuevas tecnologías e innovación, la necesidad de favorecer un mejor aprovechamiento del potencial industrial de las políticas de I+D+i.
¿En qué factores se apoya la estrategia para la transformación industrial de Europa?
Según la propia Comisión Europea, “se necesita una generación para transformar un sector industrial y todas las cadenas de valor de las que forma parte”. Pero no tenemos tanto tiempo. La crisis climática y el entorno “competitivo y dinámico” en que se mueven las empresas europeas no dan tregua y toca acortar plazos. Tanto, que “los próximos cinco años serán decisivos para crear las condiciones adecuadas que permitan la doble transición”.
Esta premura, así como la magnitud de la transformación que la UE quiere emprender (y liderar), exige que la estrategia industrial tenga perfectamente definidos tanto los motores que impulsarán el cambio como los factores fundamentales en que se apoyará.
Los primeros, los motores, son tres. Por un lado, acelerar la transición ecológica con el Pacto Verde Europeo como la nueva estrategia de crecimiento europeo, y agilizar la adaptación a la era digital como instrumento que dotará a los trabajadores de nuevas capacidades, hará que las empresas de la UE sean más proactivas y aportará a la descarbonización de nuestra economía. A ellos se une como tercer propulsor de la estrategia industrial la ventaja de contar con un mercado común estable que facilitará que la UE lidere el establecimiento de normas internacionales que regulen la competencia.
En cuanto a los factores en los que se apoyará la estrategia, la Comisión Europea destaca algunos que renuevan o amplían enfoques ya probados en materia de innovación, inversión o legislación, así como otros que reflejan la necesidad de encontrar nuevas formas de trabajar, especialmente en lo relativo a las cualificaciones profesionales y el tránsito a la economía circular.
– Un mercado único más profundo y más digital que dé más seguridad a la industria. Al proporcionar un espacio y una dimensión comunes en materia de regulación, el mercado único constituye el motor de la competitividad y facilita la integración de empresas de todos los tamaños en las cadenas de valor europeas y mundiales. Para lograrlo, depende de sistemas sólidos de normalización y certificación que proporcionan seguridad jurídica pero, para que pueda impulsar nuestra industria se debe mejorar la aplicación de la legislación que lo regula y su cumplimiento. Además, debe velar por la propiedad intelectual e industrial, algo que será esencial para determinar el valor de mercado y la competitividad de las empresas y proteger activos inmateriales como marcas, diseños, patentes, datos, conocimientos técnicos o algoritmos. Por último, la UE está revisando cómo se aplican las normas de competencia vigentes, en particular en relación con las medidas antimonopolio, para saber si siguen siendo adecuadas para los fines perseguidos.
– Defensa de la igualdad de condiciones a nivel mundial. La UE es consciente de que uno de los pilares de su prosperidad y competitividad es la apertura de su economía y la integración de su industria en las cadenas de valor mundiales. Y por eso mismo ha de estar al tanto de los factores que amenazan la competencia leal y mostrarse decidida a aprovechar sus mecanismos de defensa comercial para evitar factores (como políticas proteccionistas) que puedan distorsionar el mercado.
– Apoyo a la industria en su avance hacia la neutralidad climática. De nuevo tenemos que hacer mención al Pacto Verde Europeo porque uno de los objetivos que se plasman en él es la creación de mercados de productos climáticamente neutros y circulares. Para liderar este cambio la UE necesita, en primer lugar, nuevos procesos industriales y tecnologías más limpias que permitan reducir costes y mejorar la eficiencia, especialmente en aquellos sectores que tendrán que someterse a cambios más transformadores. Además, deberá velar por que ninguno de sus miembros se quede atrás en esta transición, para lo que contará con el Mecanismo para una Transición Justa, que movilizará 100.000 millones de euros para garantizar la transformación de las economías de las regiones hipercarbónicas.
– Creación de una economía más circular. En consonancia con la nueva estrategia de crecimiento, que devuelve más de lo que extrae, la industria europea debe desempeñar un papel de liderazgo en la transición ecológica. Para lograrlo debemos revolucionar la manera en que diseñamos, fabricamos, utilizamos y tiramos, y capacitar tanto a las empresas como a la ciudadanía para que desempeñen un papel más activo en el fomento de la economía circular. La aplicación de los principios de la economía circular en todos los sectores tiene el potencial para crear 700.000 nuevos puestos de trabajo en toda la Unión de aquí a 2030, muchos de ellos en pymes.
– Integración de un espíritu de innovación industrial. A lo largo de los últimos cinco años, las empresas europeas han visto cómo su cuota mundial de gasto en investigación y desarrollo ha ido disminuyendo, mientras aumentaba la de sus homólogos estadounidenses y chinos. La clave para revertir esta tendencia será desbloquear la inversión en innovación, algo fundamental en un momento en que la carrera mundial hacia la doble transición se basará cada vez más en innovaciones disruptivas basadas en la ciencia en las fronteras del conocimiento y en el dominio de tecnologías profundas (‘deep-tech’). Si Europa quiere liderar la doble transición, la estrategia industrial tendrá que ser fundamentalmente una estrategia de innovación industrial. Consciente de ello, la Comisión considera imprescindible apoyar a las pymes y empresas emergentes (‘start-ups’) para que innoven y aporten ideas al mercado. Y lo hará invitando e incentivando a los sectores industriales a que establezcan sus propias hojas de ruta para la neutralidad climática o el liderazgo digital, basándose en el resultado de una investigación y unas capacidades de calidad. Para ayudar a la industria a desarrollar las tecnologías que le permitan cumplir sus objetivos deberán apoyarse en los partenariados público-privados. Por su parte, el Consejo Europeo de Innovación tendrá como finalidad aprovechar al máximo la sólida base de investigación europea para determinar qué tecnologías de próxima generación que tendrán mayor impacto y acelerar su aplicación comercial.
– Capacitación y reciclaje profesional. Una industria competitiva necesita personas altamente especializadas, pero en Europa ya hay un millón de puestos vacantes para expertos en tecnologías digitales y el 70% de sus empresas afirma estar retrasando sus inversiones porque no ha encontrado personal con las capacidades adecuadas. A medida que la doble transición vaya cobrando velocidad (y genere empleo), Europa tendrá que garantizar que la educación y la formación sigan su ritmo. Esto implica, por ejemplo, que tan solo en los próximos cinco años, 120 millones de europeos tendrán que mejorar sus capacidades o reciclarse profesionalmente. Es decir, Europa ha de apostar por la cualificación, el aprendizaje permanente, la fidelización del talento y el fomento de vocaciones científico-tecnologías, especialmente entre las jóvenes.
– Inversión y financiación de la transición. Muchos de los programas de la Unión (como Horizonte Europa) así como todos los Fondos Estructurales y de Inversión Europeos contribuyen a promover la competitividad de su industria, pero con eso no basta. Además, hay que desbloquear la inversión privada. La Unión va a necesitar apalancar y combinar su dinero con el de los Estados miembro y otros socios institucionales, así como conseguir una concentración de inversores privados. InvestEU, el Plan de Inversiones del Pacto Verde Europeo, el Banco Europeo de Inversiones o la puesta en marcha de proyectos importantes de interés común europeo (PIICE) deberán desempeñar un papel importante.
¿Y cómo modifica esta estrategia lo aprendido durante la pandemia?
Aunque su impacto varía en función de los ecosistemas y el tamaño de las empresas, la Covid-19 ha afectado gravemente al conjunto de la economía de la UE y ha puesto de manifiesto debilidades, como la excesiva interdependencia de las cadenas de valor mundiales o la falta de previsión (y recursos) para afrontar circunstancias que perturben significativamente la demanda o incluso impidan la libre circulación de bienes y servicios.
Para hacer frente a estos riesgos, la actualización presentada este mes de la estrategia industrial propone actuaciones en tres campos:
– Resiliencia del mercado único. Como ya hemos dicho, el mercado único es el activo más importante de la economía europea, ya que ofrece seguridad, dimensión y un trampolín mundial a sus empresas. Pero durante la pandemia el cierre de fronteras y la falta de coordinación y previsión han reducido las oportunidades que ofrece. Por eso, la Comisión propone en primer lugar diseñar el Instrumento de Emergencia del Mercado Único para proporcionar una solución estructural que garantice la disponibilidad y la libre circulación de personas, bienes y servicios en el contexto de posibles crisis futuras.
Elementos clave del Instrumento de Emergencia para el Mercado Único
Esta nueva solución integral además se apoyará en una segunda medida; dar mayor profundidad al mercado único a través de la armonización de las normas aplicables a los servicios esenciales prestados a las empresas, el refuerzo de la vigilancia y la puesta en marcha de iniciativas específicamente destinadas a las pymes.
La tercera medida en este campo de actuación complementa las dos primeras; la UE quiere evaluar periódicamente la situación del mercado único y muy especialmente la de los catorce ecosistemas industriales.
– Refuerzo de la autonomía estratégica abierta de la UE. La escasez sufrida en algunos momentos de determinados productos esenciales nos obliga a conocer nuestras dependencias estratégicas, crear alianzas industriales e integrar asociaciones internacionales diversificadas que garanticen el comercio y la inversión en áreas especialmente sensibles, como materias primas, baterías, ingredientes farmacéuticos activos, hidrógeno, semiconductores y tecnologías de computación en la nube.
Cabe subrayar que el primer informe al respecto ha detectado 137 productos utilizados en ecosistemas sensibles cuyo aprovisionamiento en la UE depende en gran medida de fuentes extranjeras, especialmente de China y en menor medida de Vietnam y Brasil. La vulnerabilidad es aún mayor en 34 de esos productos (entre los que figuran materias primas y productos químicos utilizados en industrias de alto consumo energético y en el sector de la salud) debido al escaso potencial de diversificación y de sustitución por productos elaborados en la UE.
– Aceleración de la doble transición. Esta no es tanto una nueva medida como la constatación de la necesidad de agilizar un cambio una vez comprobado que las empresas que apuestan por la sostenibilidad y la digitalización tienen mayor facilidad para superar imprevistos y más posibilidades de figurar entre los líderes del futuro. Para ello, la Comisión apela por co-crear con la industria, autoridades públicas y representantes sociales vías de transición para los catorce ecosistemas industriales. Se deberá dar prioridad a aquellos ecosistemas que se enfrentan a los desafíos más importantes para cumplir los objetivos climáticos, de sostenibilidad y para su transformación digital, y cuya competitividad depende de su capacidad para reducir su huella ecológica, como las industrias intensivas en energía y el sector de la construcción, así como a sectores fuertemente afectados por la crisis cuya recuperación pueda verse beneficiada por la aceleración de la doble transición.
La industria europea ha aceptado los desafíos y oportunidades que trae la doble transición y está lista para invertir, pero pide previsibilidad y un caso de negocio real, con un marco regulatorio coherente y estable, acceso a capacidades e infraestructuras, financiación para la innovación, materias primas y energía descarbonizada, y las competencias adecuadas entre sus trabajadores. Para eso, la Comisión pone a disposición de la industria una batería de instrumentos como el Mecanismo de Recuperación y Resiliencia (los famosos fondos NextGenerationEU) que apoyará a los Estados miembro en proyectos conjuntos para maximizar las inversiones; el Plan de Recuperación y Resiliencia; el programa Horizonte Europa que, con todas sus herramientas (partenariados, el Consejo Europeo de Innovación y el Instituto de Innovación y Tecnología), apoyará al ecosistema de innovación paneuropeo de próxima generación para la transición verde y digital; o el Fondo de Innovación que seguirá proporcionando un apoyo fundamental para la demostración comercial de tecnologías innovadoras bajas en carbono en múltiples sectores.