Si echamos la vista atrás comprobaremos que hay una gran diferencia en cómo se relacionaba colaboración con innovación hace tan sólo una década. Hoy han dejado de ser dos conceptos separados para ir convirtiéndose
en una realidad cada vez más integrada. Así lo reconoce Dyan Finkhousen, directora de Open Innovation & Advanced Manufacturing en General Electric, que recientemente declaró: “el año pasado, contamos
con la participación de más de 4.800 personas en 5 proyectos que acabaron diseñando 7.400 nuevos conceptos de producto. Ninguna de ellas era empleada de General Electric.”

Hay tres factores clave que han ayudado en este tránsito:
a) En primer lugar, la innovación abierta. Especialmente el conocimiento adquirido gracias al desarrollo práctico de los modelos de innovación abierta de los últimos años. Desde metodologías y habilidades hasta una nueva generación de expertos que desarrollan conocimiento en evolución permanente y que se disemina por
congresos, premios internacionales (1) publicaciones, investigaciones (2), etc.

b) En segundo lugar, hay más recursos y son más accesibles. Por un lado, es muy relevante el descenso de los costes de las tecnologías digitales que facilitan su práctica (cloud, 3D, promoción en redes sociales,…). En un mundo con una creciente movilidad del conocimiento y mayor interconexión, las formas colaborativas de innovación han llegado para quedarse. Asimismo, la creciente oferta de infraestructuras como aceleradoras, incubadoras, o plataformas de crowdsourcing. Además hay más capital disponible (a través de Venture Capital, crowdfunding, lending…) ansioso de las mejores oportunidades.

c) Por último, la mejora de los marcos normativos y los programas que fomentan la innovación. Los gobiernos tratan de proporcionar un acceso más sencillo y eficaz a la financiación pública, desarrollan nuevos mecanismos de incentivos fiscales para la inversión, promueven legislaciones específicas que protegen el conocimiento colaborativo, impulsan el trabajo en red y apoyan el desarrollo del talento. 

En un mundo con una creciente movilidad del conocimiento y mayor interconexión, las formas colaborativas de innovación han llegado para quedarse.

¿Qué es la colaboración?
La colaboración es un término del lenguaje común que se ha ido usando con diferentes acepciones a lo largo de la Historia, los idiomas o los tipos de actividades (3). Por lo tanto, es posible que cuando digamos “colaboración” no estemos interpretando lo mismo. En un nivel básico, el verbo colaborar significa trabajar juntos. En este sentido, pre-supone establecer:
– Las condiciones: identificar expectativas y necesidades comunes, concertar el trabajo colectivo y la aportación de las múltiples partes, así como sus retornos y riesgos;
– Una configuración que implique a quienes participan para que trabajen al unísono (construyendo confianza,
tomando conciencia del conocimiento mutuo y del valor de las contribuciones de los demás, y ordenando actividades y roles), orientados a un objetivo acordado conjuntamente y a menudo generando la base para futuras decisiones y soluciones.
Esto, por tanto, requiere de una preparación significativa, que va desde lo tecnológico a las habilidades personales, para facilitar a los y las participantes convertir en realidad el propósito originario, y no sólo orientarse a un resultado puntual.
Es necesario crear las circunstancias en un proceso colaborativo Puede parecer que la colaboración es una interacción natural, que ocurre cuando las personas se reúnen para trabajar en una tarea. En la práctica, la colaboración no es inevitable. Con la actitud, las habilidades o la configuración equivocadas, una tarea de grupo puede resultar fácilmente en una interacción que es unilateral, en la que una persona domina e impone su punto de vista, o que las partes se neutralicen. La colaboración depende, por lo tanto, de las habilidades, actitudes y posicionamiento de los participantes entre sí. Es necesario crear, tanto las circunstancias que harán que la colaboración tenga más probabilidades de ocurrir, como aquellas otras que la sostengan en el tiempo. En este sentido, hay mejores formas de colaboración que otras, y cada caso requiere una configuración ajustada a las necesidades. Sin olvidar que no es necesario colaborar siempre.

¿Cómo se colabora?
Combinando conocimientos y capacidades para generar nuevos productos/servicios que no existían antes para
ninguna de las partes, a partir de la agregación del valor de quienes colaboran. Colaborar no es sumar.

Más valor para todas las partes implicadas A menudo se ha interpretado la colaboración como una actividad basada en la generosidad (filantropía), que atendía a necesidades de un tercero con el que quienes colaboran se
hacen solidarios, y actúan aparentemente sin esperar retorno alguno. En innovación colaborativa hablamos, en cambio, de maximizar el valor para todas las partes implicadas, a través de un modo de innovar que consiste en colaborar. Frente a otros ámbitos de colaboración, la diferencia principal es que la innovación introduce niveles altos de incertidumbre y opera en el medio/largo plazo.

Del mismo modo, la colaboración acelera la velocidad de la innovación. Disponer de más capacidades permite un desarrollo más rápido de soluciones (ciencia, tecnología, modelos de negocio, soluciones sociales,…). Un ejemplo, tras más de 242 años de historia, 2012 fue el último año en que se imprimió la enciclopedia británica (4), wikipedia se había fundado en 2001. La iniciativa promovida por Jimmy Wales se ha convertido en un modelo de colaboración global sin precedentes.

Innovar en colaboración
En las últimas décadas se están generando nuevos modelos de negocio y nuevas formas de trabajar aprovechando el potencial de la colaboración. Uno de sus resultados más llamativos es lo que se ha venido en llamar economía colaborativa o consumo colaborativo (5). El éxito de estos modelos reside en su enorme potencialidad para integrar la colaboración provocando un “efecto red”. Éste se da cuando el valor de un producto/servicio se incrementa al crecer el número de usuarios (herramientas de comunicación social, plataformas de valoraciones, de uso de bienes, de recursos en desuso, de mercados de profesionales (6), de
supermercados colaborativos…). Muchos son los ejemplos que demuestran que quienes son capaces de identificar oportunidades a través de la colaboración han dado con verdaderos océanos azules. 

Colaborar en innovación
Es raro que las innovaciones sean totalmente nuevas, en la mayoría de los casos combinan elementos pre-existentes, pero de maneras diferentes. Por lo tanto, las nuevas soluciones que emergen de recursos conocidos y disponibles son el resultado de sucesivas iteraciones (prueba-error) y se aprovechan de éxitos y fracasos anteriores. Con frecuencia, los recursos necesarios están fuera de las organizaciones.
Es raro que las innovaciones sean desarrolladas por individuos que actúan de forma aislada. Más bien al contrario, las personas innovadoras necesitan activar su capital social para interactuar con otras de diferentes equipos, de diferentes lugares, o de diferentes sectores. Quienes cuentan con la posibilidad y la habilidad de hacerse con estas capacidades tendrán más oportunidades para llevar a buen puerto sus iniciativas innovadoras. Son diversas las formas en que se pueden articular los esfuerzos necesarios que dan pie a la innovación colaborativa. 

Notas: 

  1. “Collaborative Innovation Awards,” organizado por Suffolk University (Boston).
  2. En cuanto al panorama vasco es de destacar la tesis doctoral “innovación colaborativa”, presentada en 2016 en Mondragon Unibertsitatea por Tomás Iriondo, director general del cluster Gaia.
  3. Para simplificar vamos a integrar en esta palabra acepciones propias de otras como “cooperación”, o “colectivo”. Nos interesa profundizar en el alcance del concepto “colaboración” aplicado a innovación.
  4. La Enciclopedia Británica (1770-2012).
  5. Recientes informes, tanto de CES (Consejo Económico y Social: “Nuevos hábitos de consumo, cambios sociales y tecnológicos”) como de Eusko Ikaskuntza (“La(s) transición(es) hacia otra(s) economía(s)”) describen los numerosos ámbitos en los que se despliega la economía colaborativa y sus implicaciones.
  6. Generando nuevos modelos de actividad, como la “gig economy” que, en resumen, es una situación laboral a través de contratos puntuales para trabajos esporádicos en los que el empleado aporta todo lo necesario para la actividad, como por ejemplo, los conductores de Uber.

 

Este artículo, firmado por Alberto Bokos (@abokos) de Innobasque, se publicó en la revista Berrikuntza Gara que edita Innobasque.

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