No os vais a sorprender si os digo que vivimos en la era de la revolución digital ¿cuántas veces lo habéis escuchado? Seguro que no son pocas. En 2010 Eric Schmidt, CEO de Google, sorprendió a muchos cuando afirmo que “Desde los albores de la civilización hasta 2003, se crearon cinco exabytes de datos. La misma cantidad fue creada en los últimos dos días”. Esas cifras se quedan muy cortas hoy en día si tenemos en cuenta que el estudio Rethink Data realizado por IDC y Seagate en 2020 pronostica que para el año 2025 la generación de datos ascenderá a un total de 175 zettabytes.
En 2006 el matemático inglés Clive Humby dijo “Los datos son el nuevo Petróleo”, haciendo referencia a la capacidad de los datos de trasformar nuestras vidas como hizo en el pasado el petróleo, fuente primaria de la energía que usamos en nuestros hogares, centros de trabajo y el combustible que consumimos. Diez años después, el 6 de mayo de 2017, la revista “The Economist” publicaba en portada una imagen de plataformas petrolíferas con los nombres de Amazon, Google, Microsoft, Facebook, Uber y Tesla que rezaba “El recurso más valioso del mundo ya no es el petróleo, sino los datos”.
El símil no podía ser más acertado: las compañías energéticas habían empezado a perder su posición como empresas líderes mundiales a favor de aquellas empresas cuyo eje central se cimentaba en la generación de productos y servicios de alta tecnología basados en datos. Las cifras de negocio eran claras. Hoy en día estas empresas siguen cosechando éxitos de uso y venta de sus servicios. La apuesta estratégica de orientación a los datos que hicieron para trasformar sus negocios se estudia incluso en escuelas de comercio y universidades.
El dato como activo de negocio añade valor, pero no es suficiente con captar ingentes cantidades de datos y almacenarlos. Hay que generar un impacto positivo en los resultados. Esta no es una tarea fácil y aquí nos topamos con la piedra angular del “datocentrismo” en la industria; tradicionalmente esos datos han sido analizados e interpretados por los técnicos de cada compañía. Sin embargo, ahora disponemos de una nueva capa de análisis que nos permiten las tecnologías digitales mediante sus potentes motores de cálculo. El reto ahora por tanto es triple, no sólo tenemos que almacenar, transformar y manipular los datos de manera diferente para generar impacto en la empresa, sino que tenemos que modelarlos de manera que las nuevas tecnologías puedan extraer su máximo potencial.
El primer aspecto clave es el talento; en concreto las personas. La manera de trabajar está cambiando y así como impulsar planes de formación y adaptación a nuevas tecnologías se hace imprescindible, no es suficiente. Las empresas cada vez demandan más perfiles laborales multidisciplinares especializados en el ámbito de las tecnologías de la información y la explotación del dato, como pueden ser el Chief Data Officer, el Data Engineer, o el Data Scientist.
Por otro lado, los equipos de gestión de talento deben ser creativos para que los empleados se sumen al cambio de manera proactiva y haya un acompañamiento por parte de la organización. En nuestra compañía se está llevando a cabo un novedoso programa que combina sesiones teóricas con el estudio de un caso de uso real de la unidad de negocio de cada participante.
Realizando nosotros ese ejercicio sobre un set de datos real, entendemos cómo se extraen y tratan los datos y probamos distintos métodos de machine learning con el objetivo de entender qué tipo de método se ajusta al reto que queremos abordar. Mediante este ejercicio, realizamos una aproximación al reto desde una perspectiva radicalmente distinta a la habitual y nos ponemos en la piel de los nuevos perfiles que son necesarios en este contexto de cambio. Tenemos la creencia de que, para evolucionar a una empresa basada en el dato, necesitamos trabajadores basados en el dato, y para ello la formación, la amplitud en la perspectiva y alejarse de la formación tradicional puede ser muy enriquecedor.
En el trascurso de dicho programa descubrimos que las capacidades de estos nuevos roles enriquecen nuestras labores diarias y que un modelo basado en la colaboración y la búsqueda de sinergias puede ser un modelo exitoso de tal manera que nos convertimos en catalizadores del cambio.
Otro aspecto clave es el tecnológico; es incuestionable que el desarrollo y la inversión en tecnología es fundamental para una buena gestión y uso del dato en todo su ciclo de vida. Desde la sensorización, conectividad y captación –pasando por su análisis mediante inteligencia artificial y otras tecnologías de vanguardia– hasta la explotación y comunicación compartida de manera segura y con un modelo de custodia del dato claramente definido.
En Euskadi encontramos una comunidad tecnológica cohesionada como es la Red Vasca de Ciencia Tecnología e Innovación en la que muchas empresas participan a través de sus Unidades I+D empresariales. Asimismo, la colaboración publico privada es esencial para impulsar la capacitación tecnológica y fomentar la I+D empresarial.
En definitiva, aprovechar el potencial de los datos ha demostrado ser beneficioso para la competitividad empresarial. En esta sociedad conectada y digital tenemos cada vez más datos disponibles y tenemos que apoyarnos en la tecnología para poder añadir aún más valor y generar así nuevos servicios y productos. Como ciudadanos y empleados en nuestras organizaciones, seremos capaces de promover este cambio si contamos con herramientas para mejorar nuestras competencias digitales y trabajamos en adoptar nuevos puntos de vista que nos enriquezcan.
Dicho esto, aún hay mucho en lo que avanzar para aprovechar al máximo las oportunidades que nos brinda la transición digital, la tecnología y la capacitación de las personas y el valor que esto puede aportar en los modelos de negocio en las empresas vascas. Creo firmemente que tenemos capacidad para conseguirlo y que la apuesta por ser organizaciones basadas en datos es clara. Eso sí, tenemos que ser nosotros, las personas, los catalizadores del cambio.