En la era actual, la Inteligencia Artificial (IA) se encuentra en el corazón de una revolución que no solo abarca los aspectos sociales y económicos, sino que también plantea importantes desafíos ambientales. La expansión de esta tecnología ha generado preocupaciones por su considerable consumo de energía y agua, así como por el impacto ambiental de la fabricación y desecho de sus componentes. Estudios indican un crecimiento exponencial en el consumo de estos recursos, evidenciado por el aumento en el uso de agua dulce por grandes compañías tecnológicas para refrigerar sus servidores, y un incremento significativo en la demanda de energía predicha para los centros de datos en los próximos años.
La Unión Europea se ha posicionado como pionera en la regulación de la IA, con la aprobación de la primera ley mundial que no solo aborda los riesgos asociados a la privacidad y la ética, sino que también establece criterios de sostenibilidad para su desarrollo. Esta legislación busca equilibrar el uso de la IA con la protección ambiental, imponiendo restricciones en función del riesgo y promoviendo una supervisión humana de estos sistemas. Además, la UE trabaja en iniciativas complementarias para minimizar el impacto ecológico de la tecnología, incluyendo la eficiencia energética y la gestión del consumo de agua en los centros de datos.
Europa marca el camino con la primera ley mundial que vincula la inteligencia artificial con la sostenibilidad ambiental.
Mientras tanto, la respuesta internacional varía. La Asamblea General de las Naciones Unidas ha aprobado resoluciones para fomentar una regulación armonizada de la IA a nivel global, promoviendo su uso seguro y sostenible. Sin embargo, Estados Unidos, hogar de muchas de las principales compañías desarrolladoras de IA, ha sido más lento en adoptar regulaciones específicas, a pesar de reconocer la necesidad de un marco normativo que guíe el desarrollo responsable de la tecnología.
La IA se convierte en aliada del medio ambiente bajo nuevas regulaciones europeas, asegurando un futuro de innovación responsable.
Sin embargo, tal y como también indicamos en el Informe Innobasque de Prospectiva 2024 – Tendencias de innovación, la IA no solo presenta desafíos, sino que también ofrece soluciones para la sostenibilidad ambiental. Su capacidad para analizar grandes cantidades de datos en tiempo real puede ser crucial para la gestión eficiente de recursos naturales, la prevención de desastres naturales y la optimización de la agricultura, contribuyendo así a los Objetivos de Desarrollo Sostenible. Por ejemplo, la tecnología puede ayudar a predecir la demanda de agua, identificar fugas y optimizar su distribución, lo que resulta en una gestión más eficiente del vital recurso.
La adopción de la IA representa un equilibrio entre aprovechar sus beneficios para la innovación y el progreso, y abordar sus implicaciones éticas y ambientales. La legislación de la UE marca un paso importante hacia este equilibrio, estableciendo un precedente para la regulación global de la tecnología que asegure su desarrollo sostenible y responsable. A medida que la IA continúa evolucionando, es crucial que su implementación se realice de manera que beneficie tanto a la sociedad como al medio ambiente, asegurando que la tecnología sirva al bienestar de la humanidad y preserve los recursos naturales para las generaciones futuras.